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miércoles, 23 de febrero de 2011

El árbol solitario



Era tan viejo que no recordaba su propia edad.

A su alrededor veía una extensión grande de terreno yermo y casi siempre seco, poblado tan solo con arbustos espinosos.

Eso si, a sus pies se juntaban a veces una familia de leones, una manada de elefantes y otros animales a los que le encantaba observar.

Alguna jirafa se acercaba a comer sus hojas más altas y eso le gustaba, porque de esa manera el aire corría sin dificultad y le refrescaba.

En una de sus ramas tenía su casa una pareja de búhos que le hacía compañía.

De vez en cuando tenían polluelos.

Solía escuchar como chillaban para pedir comida y compañía cuando cada noche sus padres salían a cazar.

Por lo demás su vida había sido siempre solitaria, pues cuando a sus pies germinaba alguna de sus semillas no tardaba en llegar algún animal para comerse el brote.

De vez en cuando aparecía algún hombre, generalmente intentando aprovechar su sombra y evitar así el rigor del sol africano cuando lucía con toda su fuerza.

Había sido uno de aquellos hombres el que había tatuado en su tronco un corazón y dentro de él la letra N.

Algunas veces eran varios hombres los que se reunían. Le encantaba escuchar sus historias sobre la caza de animales fabulosos, sobre héroes legendarios o amores imposibles...

Lo que más le gustaba era la lluvia.

Cuando esta llegaba se sentía rejuvenecer y le volvían las fuerzas. Entonces se esforzaba por crecer un poco y por echar hojas nuevas.

La sabiduría adquirida por el tiempo y la experiencia le aconsejaba guardar un poco de esa agua para sobrevivir en la estación seca.

Así había conseguido llegar a viejo, sólo, pero feliz, porque había aprendido a adaptarse a las circunstancias de su existencia.

Una noche pudo percibir a lo lejos un pequeño resplandor y se preguntó de donde vendría.

Tardó mucho tiempo en dormirse, pero al final lo consiguió.

A la mañana siguiente se despertó sobresaltado, porque percibía un olor que no sabía identificar.

A lo lejos vio llegar corriendo una liebre.

¿que es lo que ocurre? Le preguntó

¡Algo terrible, una catástrofe! Le contestó esta sin parar de correr.

El árbol se sintió inquieto porque había notado la alarma en la voz de la liebre.

¿Pero qué es lo que pasa? Le gritó. Pero no pudo escuchar la respuesta porque la liebre no detuvo su carrera.

¡Qué extraño! Se dijo esforzándose por mirar a lo lejos.

Al poco tiempo escuchó un ruido sordo que poco a poco se fue haciendo más intenso.

Pudo ver a unas gacelas que se acercaban a grandes saltos y que pasaban de largo. Lo mismo pasó con las cebras y un poco más tarde con los elefantes.

El ruido se hizo ensordecedor y se convirtió en estruendo. En ese momento vio una gran manada de búfalos que corrían en estampida. Acertó a reconocer también a algún rinoceronte y a otros animales que se acercaban sin control.

Todos pasaron de largo y pronto desaparecieron en el horizonte, dejando tras de sí un absoluto silencio.

Después de un tiempo que le pareció eterno vio llegar a una tortuga. Cuando estuvo cerca de él pudo preguntarle ¿Me puedes explicar porque huyen todos?

La tortuga le contestó: Es un incendio. El fuego avanza rápidamente y se dirige hacia aquí. Lo siento, tengo que marcharme.

El árbol se quedó muy preocupado, con la esperanza de que un cambio de viento evitara lo que se temía que podía ocurrir.

Los búhos, que habían escuchado lo que la tortuga había dicho decidieron coger a sus polluelos con las garras y se fueron volando, después de despedirse con una gran tristeza de su amigo el árbol, con el que habían convivido tanto tiempo.

El calor era intenso y el viento constante.

El silencio se rompió con el sonido del crepitar de las ramas que poco a poco se acercaban.

El fuego prendía en los arbustos y estos soltaban chispas que el viento esparcía. El humo era espeso y el ambiente se hacía cada vez más irrespirable.

Nunca había visto nada igual.

Alguna de las chispas le alcanzó y fue una de ellas la que al fin prendió.

El fuego pronto pasó de rama en rama. Las llamas le sofocaban y le iban convirtiendo en puro carbón.

Fueron unos minutos interminables en los que sintió un dolor inmenso que se extendió desde las más profundas raíces hasta las ramas más altas. Todas sus hojas desaparecieron pasto de las llamas y muchas se rompieron cayendo a sus pies.

Sintió como se consumía poco a poco hasta que no pudo más.

Ya no pudo ver cómo el fuego se extinguía lentamente alejándose y dejando tras de sí su negra huella.

La vida en la sabana siguió su curso, aunque los animales tardaron mucho en regresar.

Tiempo después llegó de nuevo la estación de las lluvias.

Al pié del viejo tronco seco pudo así brotar una pequeña planta, que por algún extraño motivo fue respetada por todos los animales, a los que quizá recordaba por su forma, su color y por sus hojas al gran árbol que allí había vivido durante tanto tiempo y al que todos echaban de menos.

domingo, 23 de enero de 2011

El árbol que hablaba


Había un lobo en la selva. Un día, cuando estaba fuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.

El lobo se asustó y dijo: "Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante". Tan pronto como hubo dicho estas palabras alguna cosa que no pudo ver lo golpeó dejándole inconsciente. No sabía durante cuanto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.

El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó. "Ven y lo verás tu mismo" dijo el lobo " pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras: Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante. Si no las dices, morirás."

El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo: "Has dicho la verdad lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante."

Tan pronto como dijo esto alguna cosa le golpeó y le dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y se lo llevo a casa para comérselo. "Este árbol que habla solucionará todos mis problemas", pensó el lobo. "Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre."

Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante."No creía que esto fuera posible", dijo, "hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante". Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.

Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se encontró con una liebre. El lobo le dijo: "Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados"

"Hermano mayor, ¿Qué puede ser?" Preguntó la liebre.

"He visto a un árbol que habla en la selva" dijo el lobo. Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol hablante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo, "no olvides lo que te he contado".

" ¿Qué me contaste?" preguntó la liebre.

"Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no , morirás" dijo el lobo.

"¡Oh!, Sí" dijo la liebre. Y empezó a hablar con el árbol. "¡Oh!, Árbol, ¡oh!, árbol" dijo, " Eres un árbol precioso"

"No, esto no" dijo el lobo.

"Perdona," dijo la liebre. Entonces habló de nuevo. " Árbol, ¡oh!, Árbol nunca pensé que pudiera ser tan maravilloso".

"¡No, no! " Dijo el lobo, "no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que tenías que decir que nunca habías visto antes a un árbol hablante."

Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió, "Entonces, este era el plan de Sr. Lobo" dijo. "Se pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida."

La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.


Este es un cuento anónimo africano publicado en la Biblioteca Virtual de Ciudad Seva


martes, 11 de enero de 2011

El león miedoso





Tengo en la estantería dos caracolas.

La más grande me susurra el sonido del mar en calma. La pequeña me cuenta historias.
Hoy le he pedido un cuento para ti y me ha dicho esto...

Hubo aquel año una gran sequía. El río apenas traía agua y los animales luchaban para saciar su sed.

El gran lago se había convertido en una pequeña charca. A la derecha los hipopótamos y a la izquierda los cocodrilos defendían su cada vez más pequeño territorio y no permitían acercarse a nadie a menos de diez metros.

En un claro del bosque se reunieron todos los animales.

¿qué podemos hacer? Dijo la tortuga. Hace días que no puedo preparar el biberón a los niños.

Nosotros tampoco podemos guisar, dijo la liebre.

Tu eres nuestro rey, dijo la hiena al león, tienes que hacer algo porque esto no puede seguir así.

Está bien, lo intentaré, le contestó.

Así que todos se dirigieron a la charca. Se pararon a una distancia prudencial y solo el león se adelantó unos pasos.

Señores, el agua es de todos. Debemos establecer turnos para beber. ¿a que hora les parece mejor que lo hagamos?

Pueden venir cuando quieran, dijo el cocodrilo. Estaremos esperando...

El león retrocedió unos pasos y dijo al resto de los animales: nada, que no quieren. No sé que vamos a hacer.

Podemos hacer una cesta. Nosotros, los animales con alas, nos acercaremos volando a la charca y la llenaremos de agua. Si hacemos esto tendremos suficiente para todos, dijo el buho.

Podemos cortar cañas y hacer un tubito gigante. De esta manera podremos aspirar toda el agua que queramos, dijo la liebre.

Si remontamos el río podemos hacer una presa. Así esos egoistas se quedarán sin nada y toda el agua será para nosotros, propuso la hiena.

Tomó la palabra el elefante. Conozco un sitio donde hay toda el agua que queramos. Está lejos, pero solo tenemos que llegar hasta allí y nuestros problemas estarán solucionados.

Está bien, haremos eso. Yo mientras intentaré convencer a esos indeseables de que
compartan lo que tienen.

Así que se dividieron en cuatro grupos. El buho, con el resto de animales con alas se pusieron a fabricar el cesto. La liebre, la gacela y las cebras se dedicaron a cortar la cañas y las unieron formando un tubo largo. La hiena, con los chacales subieron río arriba para construir la presa y los elefantes encabezaron la expedición hacia el lugar donde aseguraban que habia agua en abundancia.

Mientras tanto el león se acercó de nuevo a la charca. Señora hipopótamo ¿sería tan
amable de dejarme beber un poquito?

Está bién, contestó esta, pero no dejes que nadie más se acerque por aquí.

Aquella misma noche los animales con alas terminaron su cesto y decidieron probarlo inmediatamente. Se acercaron volando a la charca. Se situaron encima y poco a poco sumergieron la cesta en el agua para llenarla. En ese momento surgió un enorme cocodrilo con su fauces abiertas, mordió el cesto y dando vueltas sobre si mismo lo destrozó.

Al día siguiente, todos en fila, probaron con el gran tubo. Lo acercaron sigilosos al agua y justo en el momento en el que su extremo tocó la superficie, salió un hipopótamo y con sus patas se ocupó de destrozarlo, asegurándose de que nunca más pudiera servir para su fin.

Quizás la hiena consiga acabar la presa, pensó en alto la gacela.

Pasaron el día esperando, procurando no moverse demasiado, porque escaseaban las fuerzas.

Cuando vieron llegar a la hiena y los chacales con las orejas gachas se imaginaron que no habían tenido éxito.

¿Y bién? Dijo el león. La fuente se secó, contestaron.

Los últimos en llegar fueron los elefantes. El más viejo de ellos dijo: Nunca había visto nada igual. No hay agua en ninguna parte. La situación es desesperada.

El mono dijo: Tengo que confesaros algo. ¿veis esas palmeras que hay ahí? Pués dentro de los cocos hay agua y muy rica.

Comprobémoslo, acordaron todos muy contentos.

Así que el mono subió con agilidad a la palmera y cogiendo los cocos de uno en uno los lanzó, cuidando de no dar a nadie en la cabeza.

Aquella noche compartieron el agua de coco, incluso bailaron al ritmo del djembé.

Pero a los pocos días se habían acabado las existencias.

El tamaño de la charca se había reducido tanto que los cocodrilos y los hipopótamos luchaban intentando tener la exclusiva.

El resto de animales agonizaba a la sombra del gran baobab. Esto es el fin, dijo el león.

De repente una gotita golpeó al jabalí en la nariz, pero no dijo nada. Al ratito otra más le resbaló entre las orejas. Abrió la boca y esperó. Dos gotitas le mojaron la garganta. Fué entonces cuando gritó: ¡Venir todos!

¿Que pasa?

Llegaron las lluvias

¿Que dices?

Lo que oyes

Mentiroso

Es verdad

Miraron todos arriba.

Una nube negra y grande cubría el cielo. A lo lejos se escuchó un trueno y las cuatro gotas pronto se convirtieron en ocho y éstas en mil. No tardó mucho en llover a cántaros. Fué una gran tormenta que duró varios días.

Menos mal, dijo el león. Ahora las cosas volverán a ser como siempre...

Si... como siempre, le contestaron el resto de los animales...




martes, 21 de septiembre de 2010

O griot e a kora

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O griot e o depositario e o herdeiro da tradicion oral africana

Nun reportaxe publicado na web da fundacion sur din:

Historiador oral africano, o “griot” é igualmente un guardián da historia da aldea e das xenealogías dos seus habitantes. É un membro respectado do clan que, antes da aparición da escritura, retiñaa de memoria todos os acontecementos sobresaíntes da vida da aldea: nacementos, falecementos, bodas, estaciós, cazas e guerras, asegurando dese modo a continuidade do patrimonio colectivo, da cultura e da xenealogía do clan.

Os griots son tamén músicos e o seu instrumento é a Kora.

Transmiten o seu oficio e a súa arte de pais a fillos.

Neste enlace poses escoitar a Ali Farka Toure & Toumani Diabate, dous mestres da kora e da música africana:




No corazón da lúa

martes, 20 de abril de 2010

Contos dos países lusófonos africanos









Fernando Vale e mestre en literaturas de expresión portuguesa pola Universidade de Lisboa e experto en literatura infantil.

El é o autor do libro Contos tradicionais dos países lusófonos, editado pola Ed. Piaget. No que se recollen contos populares de Angola, Cabo Verde, Guinea Bissau, Mozambique, Santo Tome e Príncipe, entre outros.

Con este libro pretende divulgar a literatura popular dos países de fala portuguesa para promover o mutuo coñecemento, instruíndo, educando e divertindo ás crianças.

Según as súas propias palabras os contos teñen potencialidade para axudar a desenvolver áreas vitais do ser humano: actividade, intelixencia e afectividade.

A literatura infantil axuda a crear nas novas xeracións o espíritu de igualdade, respecto mutuo e cooperación.

Na mesma editora, Piaget, teñen volumes específicos adicados aos contos de cada un destes países.


lunes, 5 de abril de 2010

O cazador e o crocodilo

Este é o título dun conto escrito e ilustrado por Baba Wagué Diakité, un artísta nacido en Mali que vive nos Estados Unidos.


Este relato é herdeiro da tradición oral dos contos africanos, que o autor escoltaba da súa aboa. De feito él mesmo é contacontos.


Os protagonistas deste conto son animais: unha vaca, un cabalo, … e o coello, que semella ser sempre o máis intelixente.


Trátase dunha versión dunha historia tradicional que pretende, según o autor, transmitir aos nenos a necesidade de respectar a natureza.




O conto podese ler (en inglés) na web http://es.childrenslibrary.org/, unha biblioteca dixital adicada aos libros infantís.


"A misión da Fundación ICDL é entusiasmar e inspirar aos nenos do mundo para que se convirtan en membros da comunidade global. Nenos que comprendan o valor da tolerancia e o respecto da diversidade cultural, os idiomas e as ideas, logrando todo esto ao poñer a disposición deles a mellor literatura infantil."

miércoles, 24 de marzo de 2010

Contos africanos

Pedro Parcet é un narrador arxentino especializado en contos africanos. No seu blog ofrece recursos sobre a cultura africana, incluindo música, fotografías, novas, e por suposto contos, principalmente de africa (Nigeria, Senegal, Sudafrica, Etiopia,...) e tamén doutros lugares do mundo.

A dirección do blog é http://www.cuentosafricanos.com/index.php

Como él mesmo di

Uno viaja tan lejos para descubrirse en su propia tierra.

Tan lejos para descubrirse dentro de uno mismo.

Para revelarse a otras personas.

Para que otras personas se nos revelen.